Miquel Alzamora. Febrero 2024. En Mallorca, que es donde paso la mayor parte del tiempo, existe una forma especial de quedar bien con quien te cae bien y de no quedar excesivamente mal con quien ni fu ni fa. Es esa magnífica fórmula del ‘ya quedaremos’, que vendría a ser un sucedáneo algo más resumido del tan recurrente ‘un día de estos te llamo y quedamos’. Al final ni llamas ni quedas, pero normalmente la otra persona tampoco lo hace, por lo tanto casi siempre te acuestas con la conciencia tranquila. Antes, cuando éramos niños, quedábamos para jugar al fútbol y ya está. Era fácil. Solo había que cumplir tres requisitos: tener clara la hora, el lugar y saber quién llevaba el balón. Lo demás no importaba. Era fácil quedar. Además, casi cada día quedabas con los mismos, a la misma hora y en el mismo lugar. Pero cuando eres adulto no es tan sencillo y menos si tienes que combinar trabajo, familia y Netflix. Se te acumula el trabajo y la ansiedad te devora solo de pensar cómo puedes hace hueco a más cosas. Llega un punto en el que se te amontonan las series, no estás al loro de los estrenos y encima quieres ver todos los partidos de fútbol posibles. Al final no quedas con la persona a la que le has dicho eso de ‘ya quedaremos’ no por falta de educación, sino por falta de recursos. Si algún día cumples, normalmente quedas para comer, enlazas con el tardeo y terminas cenando y devorado por las risas. Piensas entonces que hubiera sido bueno quedar antes porque te lo has pasado muy bien. Y te das cuenta que no hay nada mejor que hablar a la cara, sin teléfonos ni mensajes de por medio. Te das cuenta que eso de quedar es bueno, aunque al final vuelves a caer en la tentación y te despides con otro sincero ‘tenemos que repetirlo’.
Quedamos
Miquel Alzamora
2 de febrero de 2024