El pulgar maldito

Miquel Alzamora
2 de febrero de 2024

MIquel Alzamora. Febrero 2024. Hoy les hablaré de la invisibilidad, cosa que en estos momentos es un bien muy preciado. Antes era un incordio ser invisible. En mi caso, cuando era niño, era invisible cuando se elegían los dos equipos en el patio para jugar al fútbol. O no me escogía ninguno de los capitanes o me dejaban para el final y me situaban de lateral. Antes el más malo jugaba de lateral, no es como ahora que si no eres Roberto Carlos no eres nadie.

Cuando fui adolescente fui invisible para las chicas, aunque esto más o menos nos ocurría a casi todos. Más adelante fui invisible para el entrenador del equipo, que casi nunca me situaba en el once titular. Con el tiempo, algo más mayor pero no más listo, traté de ser invisible en la mili, pero por mucho perfil bajo que tomé, me resultó inviable. A las dos horas de entrar en el cuartel ya estaba pelando tres toneladas de patatas.  Dejé también de ser transparente para los bancos, esos que prestan dinero. Estos siempre te ven si les interesa verte. Ahora, con las redes sociales, mucha gente ha tratado de tener una visibilidad envuelta de notoriedad de la que ha carecido muchos años, pero también con el paso del tiempo han ido abandonando toda exposición pública con el fin de pasar más o menos al olvido.

Lo que antes era el dedo que te salvaba o te destrozaba, ahora es el pulgar que teclea en tuiter  y ese dedo es un capullo porque suele ser un dedo traidor. Te dejas llevar por él, escribes cualquier idiotez pensando hacer una gracia y tienes un lío montado de padre y muy señor mío a los cinco minutos. Entonces quieres desaparecer, volver a ser invisible. Entonces, solo entonces, te das cuenta de lo maravilloso que era ser transparente.