Noviembre de 2023. No sé si sucederá en la actualidad, pero en mi caso recuerdo que con apenas doce años aproximadamente, tal vez alguno menos, me asomé por primera vez a una novela de Arthur Conan Doyle, concretamente leí ‘Estudio en escarlata’. Ignoro si ahora los jóvenes que bordean la adolescencia también leen o si algún día leerán algo del inolvidable escritor. Desconozco si en su lista de prioridades está o no leer libros. Pese a que trato de hacer memoria, no recuerdo bien cómo cayó en mis manos ese libro, lo que sí sé es que a partir de ese maravilloso descubrimiento el resto de casos de Holmes pasaron por mis manos uno tras otro. Fue la primera vez que ahorré la paga de los sábados para comprar libros que leía y releía hasta saber párrafos enteros de memoria. Porque llegó un día en que ya no había más casos, ni en forma de novela larga ni relato más corto, así que volvía leer lo leído con algo más de pausa, recreándome en los detalles, en la estructura, en la personalidad del detective y su ayudante.
Años después coleccioné la serie en al que Jeremy Brett interpretaba a Sherlock Holmes y que en gran medida eran un calco de las novelas. Para mí fue el mejor Holmes que vi en televisión codeándose con otro enorme intérprete del genial detective, el actor Ormond Basil. Sus papeles de Holmes en blanco y negro permitió que muchos pusiéramos también rostro a un ídolo de ficción.
La gran virtud de Arthur Conan Doyle, en mi opinión, es que al leerle me olvidaba que todo había salido de su pluma y de su imaginación y me autoconvencía a mí mismo de que quien me contaba las historias era Watson. Cuando apareció ‘El problema final’ (editorial Alfaguara) de Arturo Pérez-Reverte me asomé con prudencia porque, sin dudar de la capacidad del periodista y escritor, tienes que ser muy bueno para abrazar una historia en la que de forma inconsciente al lector le obsesiona el deseo de resucitar a Holmes, de verle, de escucharle, de observar sus gestos y recrearte en sus silencios y deducciones. Con el libro de Pérez-Reverte me ha sucedido lo mismo que ya me ocurrió con Sir Arthur Conan Doyle, sencillamente me olvidé de quién escribía el relato porque quien me ha contado la trama y el devenir de los acontecimientos ha sido Basil.
No añadiré mucho más. Arturo lo ha vuelto a hacer. Tal vez porque soy incondicional de su obra, este último libro me ha resultado apasionante. Páginas donde se junta la imaginación del autor, la figura de Holmes y la presencia de un actor como Basil. Es un libro que más que leerse parece que te lo cuenta el propio Sherlock. Tal vez por eso se hace corto. Brillantemente escrito y con una estructura narrativa magistral, este ‘Problema final’ es un genial homenaje de Arturo a Arthur.
Miquel Alzamora